miércoles, 2 de junio de 2010

Primera Parte - Spunny

6. MEJOR MEZCLADO QUE AGITADO 2ª PARTE

A las 12:30 estábamos de vuelta en el tren. A la 01:00 dentro de Sppunny. A la 01:05 me comía dos pastillas, del tirón. No sé si fue porque no tenía que volver a mi casa hasta el día siguiente, o por las setas, pero me sentía eufórico, no podía parar de bailar y las 2 pastillas me habían sentado increíblemente, andaba como un loco por la pista saludando a todo el mundo, pegando saltos y riendo a carcajadas; escalofríos recorrían mi espalda y de vez en cuando dejaba salir tremendos bostezos que me dejaban completamente relajado y ausente, gusteras que recorrían mis piernas, placeres que paseaban por mi espalda como nunca antes… Estaba tan animado que terminé comiéndome otras 2 pastillas.

Sin previo aviso, como un profesor que te golpea con el borrador desde la otra punta de la clase, las luces se encendieron. La gente se miraba sorprendida, anonadada de que ya hubieran dado las 7 de la mañana, pero yo estaba tan flipado, mi cerebro iba a tal velocidad que no podía dejar de oír música en mi interior, no dejaba de moverme y de bailar. Como almas en pena desfilábamos hacia el parking, todo apuntaba a una procesión silenciosa de semana santa hasta que alguien subió la música de su coche, recuerdo vagamente un hippie con un tambor que tocaba a las mil maravillas; en un momento acababa de formarse una rave en el parking del Sppunny. Estuvimos cerca de una hora bailando, metiéndonos en los interiores de los coches a esnifar mientras el sol del sábado despertaba al resto del mundo. Al final nos echaron y yo en vez de ir decayendo, cada vez estaba más ciego, con más ganas de bailar… las 4 pastillas estaban trabajando a destajo en mis neuronas. Tuve un segundo de pensar que quizás nunca se me bajaría el pelotazo, que me quedaría con el ácido en el cuerpo para siempre, pero pronto entendí que ese no era el camino que debía seguir mi mente. Acabé en casa de Juanjo esnifando coca hasta que la nariz parecía que me iba a explotar. Me dormí en el sofá del comedor, vestido y drogado, mientras Juanjo y el séquito esnifaban y esnifaban como si esa fuera la única noche que pudieran hacerlo.

Yo… acababa de tomar mi primer combinado triple. Ya era uno de los veteranos.